Sin embargo me siento embriagado por tanta gente a mi lado. Puedo verlos como en las películas charlando entre sí hasta que quiebran su cabeza hacia atrás y largan una carcajada al cielo. Ahí la cámara toma otros dos sujetos y así hasta desembocar en el niño que hasta hace unos instantes compartía la mesa conmigo y repleto de comida caminó hasta al sillón donde se durmió. Sencillamente se tiró una siesta en plena cena de Navidad.
En la cabecera de la mesa veo a mi madre hablar con su hermana y a mi padre retirar la silla para atrás con la camisa abierta. Un poco más acá, mi hermano le cuenta algo a la platea femenina compuesta, en este caso, por mi abuela y dos primas segundas. Se borronean un poco los contornos y la imagen va y viene. Hago foco en el sifón y luego en mi plato sobre la mesa. Entrecerrando los ojos puedo distinguir los colores aunque no veo bien las formas de los pétalos de las flores. Bajo un poco más la cabeza pero ésta se desploma como si simplemente se desprendiera sobre los restos de grasa del asado. Escucho a mi madre taconear el metro que la separa y no mucho más.
Aunque no veo nada, siento que me sujetan entre dos e intenta enderezarme en la silla. Siento las manos aferradas a mis antebrazos mientras que la cabeza se mueve sin control aferrada por una bisagra falseada. Mi madre me toca la nuca continuamente como cuando buscaba piojos. Siempre la muy turra me clavaba las uñas en el afán de matarlos sea como sea y terminaba sacándome sangre.
- Quedate quieto que agarré uno gigante acá- luego el ploc que hacían los bichos cuando los quebraba al medio. Mi madre dice que es imposible que escuche el ruido del cuerpo al partirse. Pero a los adultos la mayoría de las cosas les son imposibles.
Por ejemplo volar y sin embargo si ahora mismo hago el esfuerzo puedo sentir en cada extremidad de mi cuerpo la sensación de estar dormido arrullado por el rumor de la fiesta y sin previo aviso sentir que algo separa mi cintura del almohadón y esa misma masa de aire levanta mis piernas que cuelgan y quedar completamente suspendido. Incluso despertar en el auto o en mi cama sin el menor esfuerzo.
Yo por eso siempre a penas siento el cosquilleo de la sangre en mi estómago después de comer, me acuesto para dejar de hacer lo posible. Así logro que Papa Noel deje los regalos o suspenderme en sueños. Sin embargo hoy no puedo concentrarme, me falta el rumor monocorde de fondo y por más que aprieto los ojos me despierto. Aún mareado me siento en el sillón y veo a mi alrededor un puñado de gente que se mueve de un lado a otro hablando por celular, otros permanecen inmóviles con la mirada ausente. La única alterna de un bando a otro es mi madre tirada en el suelo llorando al lado del cuerpo. Sujeta con ambas manos la cabeza en su regazo mientras le habla al cielo raso palabras que no entiendo. Siento puntadas en el brazo sobre el que estoy apoyado y mientras me reclino nuevamente sobre el sillón pienso a dónde irá mi primo si el cuerpo ya está muerto y las ambulancias tardan tanto en llegar especialmente en una noche como esta.
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