viernes, 24 de julio de 2009

VISITA DE MÉDICO

(dedicado a Astrid)


Llueve como la concha de la lora, no cabe otro insulto camino a la ginecóloga. Son las 7 y pico de la mañana y me acuerdo de todo el árbol genealógico de la secretaria. Obviamente a media cuadra de la parada del colectivo, veo los inconfundibles colores de la línea quinientos cuarenta y pico pasar a gran velocidad bañando de barro el Gol estacionado. No hay un solo negocio abierto aún. El cielo gris plomizo se funde con la persiana de la Ferretería. Me aburro al segundo de observar el paisaje y agudizo mi mirada para ver si veo venir el micro a lo lejos. Por supuesto no veo nada. Cómo me fumaría un cigarrillo.

Una vez arriba todo va bien. Pasan un tema de Depeche Mode y todo. Sonrió y la gente me mira. Desde chica me pareció curioso que la gente te mire cuando sonreís por la calle. Me acuerdo al bajar de sacar plata. Siempre llevo plata por las dudas a los médicos, porque cuando me presionan un poco con obra social y todo termino garpando. Es que no quiero que piensen que yo pienso en aprovecharme de… (Tranquilos pichones de Freud, tengo claro que soy yo y en realidad nadie piensa nada)

Entro a la clínica, están todos dándose los buenos días. Una postal conmovedora para el espectador. Subo y espero en la hilera de sillas enfrente al pupitre de la secretaria. Ella llega blonda y tarda una eternidad en desabrigarse. Que la bufanda, que los guantes, que la campera.

Se sienta y reflexiono como colega involuntaria que soy lo feo de tener alguien en el primer turno. Te corta todos los ritos de la mañana.

- Buenos días, trajiste el bonito?

Detesto la palabra ”bonito” tanto como la expresión “me entendés?” La devenida

en rubia conjuga ambas expresiones al rechazar los papeles que poseo y marcarme la ausencia del indicado. Entonces sale la doctora.

- No, pero a ella dejala pasar. Estás loca vos, cómo vas a sacar turno?

Se acaba de declarar la guerra. Según una de mis mejores amigas que está en el rubro de los médicos, a las que vienen con “el doctor me dijo que preguntara por él” las hace esperar el doble y les quita las revista Caras y Gente. Las deja solas al ladito de la Viva.

No hay nada peor que una secretaría despechada; equivale a la mejor amiga de tu novio con la cual nunca pasó nada “pero teníamos una relación bárbara” No te va a perdonar la vida jamás por más simpática que seas. Todos sabemos que siempre estuvo a la sombra como los leones esperando para pegar el zarpazo.

Son muchas las cosas que me hacen acordar al noviazgo ahí adentro. Dejando de lado las fantasías Sex & the City de encontrarte un chongazo como médico, lo cual a mi entender se invalidada cuando lo ves sostener una pinza con algodón, son muchas las asociaciones que corren. La similitud menos sutil de todas: ambos creen tener el monopolio de la zona y sus usufructos. Pero más allá de eso, los dos sujetos creen saber a ciencia cierta como desenvolverse. Y es una la que se arma de herramientas para no cuestionar su sapiensa.

A solas arranca el diálogo:

- Bueno, supongo que viniste lista, ¿no?

- Sí, igual me gustaría dejar la cartera, sacarme la campera, la bufanda…

- Ah, si tenés razón! Te espero entonces.

Pero ella no tiene más que hacer y se impacienta si no me saco la ropa. La conversación recién se retoma cuando ella desaparece entre mis piernas. Por un tiempo no le veo más la cara porque cada vez que intento moverme me reta. Entonces sólo me queda repasar el cielorraso. Al rato cunde el efecto diván y empiezo a preguntarme cosas en voz alta.

- ¿Vos crees que es grave?

- No, para nada está todo normal. Tenés un cuello de útero hermoso

- Pero se ve tan desagradable… esa cosa roja.

- Bueno, eso que vez ahí, que parece una herida es el agujero por el que va a salir tu bebe…

- Decime por Dios que no hay ninguno. O llama a cardiología ya.

- Qué para tu papá…

No para el papá.

- Me imagino si vas con esa noticia, se muere!

No digo nada, por falta de ingenio ante el recurrente chiste con mi padre. Sujeto al que conocen por ser colegas.

- Bueno, ya casi estamos…Listo, te podes vestir si querés (¿) A simple vista parece que está todo bien. Igual tendríamos que charlar más adelante.

- Dale – digo agachada debajo de la camilla buscando las medias en bombacha. – ¿Pero no tendrías que revisar el nódulo?

- Tenés razón! Ahora voy y te reviso. Lo que pasa es que como me concentre en aquel tema. Dale sacate la parte de arriba y lo vemos

Con menos entusiasmo que una puta a las 6 de la mañana me desvisto una vez más en pleno invierno con varios grados bajo cero. Vuelta a sentarme en la camilla con las piernas apretadas, me saco el pulóver, la remera, la camiseta y el corpiño que se desliza por la funda de hule … hasta debajo de la camilla. Ella viene y se agacha hasta quedar a la altura de los pechos.

- Parece que las tuvieras hechas. Que envidia…están buenísimas.

Pienso en voz baja si no es un contrasentido. ¿Acaso debo decir gracias?

- Apa, pero vos acá tenés algo. Esto es un ….

- nódulo que tengo que contralar…

-…controlar cada tanto. Tiene dos centímetros más o menos. A ver dejame ver…

- Sí, ya sabía que lo tenía

-No, pero nunca lo vimos. Yo esto no lo sabía.

- Pero te conté cuando vine la primera vez … En otras consultas varios médicos me advirtieron que le tenía que prestar atención.

- Pero yo no lo sabía.

Ella no me mira más a los ojos claramente ofendida por la intrusión de los otros en su consultorio. Hasta ahora éramos ella y yo compartiendo grandes secretos (y el patólogo, voyeur oficial) Ahora somos mucho más que dos.

Me acerco apenada, es cierto, quizás no tendría que haber dicho nada. Mostrarme preocupada, preguntar por un futuro cáncer de mama. Pero esta no e s mi primera vez. Y ahora ella sabe. Sentadas una de cada lado de la mesa, miro escribir sus sentencias en hojas de recetario.

- Bueno, con todo esto creo que va a estar bien. Salgo con vos, me voy a fumar un pucho. Vos fumas?

- No dejé.

- Eso te va a venir bárbaro para prevenir el cáncer.

- Sí eso dicen.

Mi colega devenida a rubia me mira con rencor. Acota que ella también fuma pero a ninguna de las dos nos importa mucho. Antes de irse la doctora le dice que me tiene que dar las pastillas del cajón que ella sabe. Luego me da un beso y se va. La conchuda ahora tiene el poder. Con una sonrisa filosa, me dice:

- Vos sabes que no tengo mas! Lástima me gustaría hacer más por vos.