miércoles, 30 de diciembre de 2009

DE DÍA SÓLO HAGO LO POSIBLE. DE NOCHE TAMBIÉN, SALVO QUE SEA NOCHE BUENA (Segundo envío)

Sin embargo me siento embriagado por tanta gente a mi lado. Puedo verlos como en las películas charlando entre sí hasta que quiebran su cabeza hacia atrás y largan una carcajada al cielo. Ahí la cámara toma otros dos sujetos y así hasta desembocar en el niño que hasta hace unos instantes compartía la mesa conmigo y repleto de comida caminó hasta al sillón donde se durmió. Sencillamente se tiró una siesta en plena cena de Navidad.
En la cabecera de la mesa veo a mi madre hablar con su hermana y a mi padre retirar la silla para atrás con la camisa abierta. Un poco más acá, mi hermano le cuenta algo a la platea femenina compuesta, en este caso, por mi abuela y dos primas segundas. Se borronean un poco los contornos y la imagen va y viene. Hago foco en el sifón y luego en mi plato sobre la mesa. Entrecerrando los ojos puedo distinguir los colores aunque no veo bien las formas de los pétalos de las flores. Bajo un poco más la cabeza pero ésta se desploma como si simplemente se desprendiera sobre los restos de grasa del asado. Escucho a mi madre taconear el metro que la separa y no mucho más.
Aunque no veo nada, siento que me sujetan entre dos e intenta enderezarme en la silla. Siento las manos aferradas a mis antebrazos mientras que la cabeza se mueve sin control aferrada por una bisagra falseada. Mi madre me toca la nuca continuamente como cuando buscaba piojos. Siempre la muy turra me clavaba las uñas en el afán de matarlos sea como sea y terminaba sacándome sangre.
- Quedate quieto que agarré uno gigante acá- luego el ploc que hacían los bichos cuando los quebraba al medio. Mi madre dic
e que es imposible que escuche el ruido del cuerpo al partirse. Pero a los adultos la mayoría de las cosas les son imposibles.
Por ejemplo volar y sin embargo si ahora mismo hago el esfuerzo puedo sentir en cada extremidad de mi cuerpo la sensación de estar dormido arrullado por el rumor de la fiesta y sin previo aviso senti
r que algo separa mi cintura del almohadón y esa misma masa de aire levanta mis piernas que cuelgan y quedar completamente suspendido. Incluso despertar en el auto o en mi cama sin el menor esfuerzo.
Yo por eso siempre a penas siento el cosquilleo de la sangre en mi estómago después de comer, me acuesto para dejar de hacer lo posible. Así logro que Papa Noel deje los regalos o suspenderme en sueños. Sin embargo hoy no puedo concentrarme, me falta el rumor monocorde de fondo y por más que aprieto los ojos me despierto. Aún mareado me siento en el sillón y veo a mi alrededor un puñado de gente que se mueve de un lado a otro hablando por celular, otros permanecen inmóviles con la mirada ausente. La única alterna de un bando a otro es mi madre tirada en el suelo llorando al lado del cuerpo. Sujeta con ambas manos la cabeza en su regazo mientras le habla al cielo raso palabras que no entiendo. Siento puntadas en el brazo sobre el que estoy apoyado y mientras me reclino nuevamente sobre el sillón pienso a dónde irá mi primo si el cuerpo ya está muerto y las ambulancias tardan tanto en llegar especialmente en una noche como esta.

lunes, 28 de diciembre de 2009

DE DÍA SÓLO HAGO LO POSIBLE. DE NOCHE TAMBIÉN, SALVO QUE SEA NOCHE BUENA (Primer envío)


Bajo la escalera ajustándome el cinturón que me prestó mi viejo para la ocasión; justamente porque no suelo usarlo en mi vida cotidiana, me cuesta bastante hacer pasar la tira por la hebilla. Cuando era chico me sucedía algo parecido producto de la prisa con la que intentaba quitármelo a escondidas de mi madre. Tengo grabado a fuego el ruido del taconeo por la planta baja de la casa apurando a mi hermano y a mi viejo para llegar temprano a la iglesia. En ese entonces tenía sentido vestirse de fiesta.

Por lo general no íbamos a misa salvo que ese año se bautizara un primo o un vecino, en cambio los 24 de diciembre el párroco sabía que podía contar con nuestra presencia en la novena fila de bancos. Me recuerdo entonces, bajando corriendo estas mismas escaleras alfombradas mientras desprendía la hebilla que mi madre había ajustado previamente y luego tirando sin mirar el cinto a los sillones en el living escondido bajo el recodo de la escalera. En ese entonces podía hacer todo eso sin caerme tal como ahora lo estoy haciendo. Pienso rápido que las manos tienen que soltar la hebilla pero la gravedad me chupa al piso antes que pueda reaccionar.

El talón sale despedido del filo del escalón, siento como la alfombra me quema la parte de atrás del muslo a pesar del pantalón de vestir que llevo puesto. Termino de derrapar cuando la cola se asienta en el descanso y la nuca rebota contra un peldaño más arriba. Después no mucho más salvo los gritos interminables de mi madre que taconea de la cocina hasta la escalera.

Abro los ojos para evitar que se abalance sobre mí y me golpee más de lo que estoy.

- ¡Cómo te vas a caer así, Joaquín! Explicame qué mierda estabas haciendo para caerte de esa forma…Será de dios…No gano para sustos yo.

- No pasó nada, ma…Estoy bien…- veo su mano cruzar por mi cara- No pará…no me toqués…

- Dejame ver que te hiciste. Alberto, podés venir…

- Dejalo mamá estoy bien. Te podés tranquilizar…

Detengo la mano de ella con mi derecha. Por fin todo se aquieta: ella, completamente pálida a mi lado, el techo, las sillas, la mesa. Todo vuelve casi al mismo lugar.

- ¿Qué te pasó macho? ¿Te la diste? – dice Alberto al entrar en la escena- Vos anda para la cocina que se están pasando las papas para la ensalada…

Mi madre acepta su derrota y se va. Mi viejo me ayuda a levantarme despacio y a pesar de estar un tanto aturdido, no siento mucho dolor.

- ¿Seguro que estás bien? Mirá, no nos cuesta nada ir a hacer una consulta a la guardia.

- No viejo, fue un susto. No pasó nada…

Parado en el penúltimo escalón veo las tiras del cinturón colgando de cada lado. Lo ajusto y antes de que me insista camino a la cocina donde envuelvo un par de hielos en un repasador naranja. Mie siento en una banqueta al lado de la mesa del teléfono y me pongo frío en la nuca. Mi madre aprovecha para contarme la última de la vecina de enfrente.

En el comedor de la casa, mi vieja se encargó de armar una mesa larga con caballetes gentileza de la vecina que con el dinero de los negocios turbios de su marido se fue a pasar la Navidad afuera. La mesa ocupa casi toda la sala y para pasar hay que esquivar las sillas y las mesitas dispuestas para apoyar los dulces de la sobremesa. Echando un vistazo desde el umbral siento algo de emoción y vergüenza al mismo tiempo. La mesa está cubierta por un mantel rojo y una hilera de velas traza un sendero en el centro. Algo de esta escena repetida años tras año, me hace entender lo ficticio de la vida.

Siento el timbre de la calle y me apuro a repartir los miñones de pan. A eso de las diez estamos todos sentados a la mesa, las ensaladeras pasan surcando el aire de un lado para el otro con cierto apuro. Se escuchan conversaciones interrumpidas por la frase “alcánzame la de rúcula o la de zanahoria” una y otra vez más lejos o más próximo según donde aterrice el bols. Luego de la primera media hora, la emoción decae un poco y el murmullo tiende a ser más piadoso con las conversaciones suculentas.

Estoy sentando entre el esposo de una prima de mi vieja y mi primo más chico estratégicamente colocado en el caballete que sostiene la mesa. De vez en cuando lo ayudo a servirse para evitar que me patee las canillas al treparse en la banqueta. En eso estoy cuando mi viejo hace su entrada triunfal. Creo que sólo por eso todos los años rompe su juramente de no festejar más en casa. Por este simple momento en que entra con una fuente negra en la mano y pide un aplauso para el asador.

Todos festejan e incluso su hermano le grita alguna guasada. Alberto pasa y ofrece a cada uno de los invitados un choricito o recomienda cuál es la mejor porción de asado. No hay nadie que se atreva a discutirle sobre carne en su propia casa.

Yo cuando como no hablo. Es una costumbre que de chico adquirí y me impidió tener muchos amigos. Durante la primaria, las madres me invitaban a dormir a la casa de mis compañeros pero presumían, en mi silencio a la hora de la cena, una cierta melancolía por mi hogar. Algunas incluso llamaban a mis viejos para que me pasen a buscar preocupadas por mi supuesta tristeza. En realidad a mí no me pasaba nada pero nunca nadie me preguntó.

En mis 28 años la cosa no había variado demasiado y el marido de la prima de mi vieja pronto termina por darme la espalda y entablar conversación con mi cuñado. Entonces quedamos solos con el niño que tampoco está muy interesado en establecer un diálogo. De a ratos me pide Coca y yo no puedo negarme sin hablar, así que le sirvo. Cuando no quedó nada en su plato se levanto sigilosamente y se va. Es entonces cuando quedo plenamente solo.


(Continúa)


domingo, 20 de diciembre de 2009

M i cuerpo es u n continente

El desconsuelo/ Laura Valencia, Luciana Lima, Cabe Mallo, Juan Pablo Thomas, Lucía Savloff.


Caja Ambulante / La Fabriquera
http://picasaweb.google.es/danielacamezzana/CAJAAMBULANTE#


Danza a la deriva / Espíritu Falcon
http://picasaweb.google.es/danielacamezzana/DANZAALADERIVA#


Disposición / José de Diego
http://picasaweb.google.es/danielacamezzana/DISPOSICION#

La piba




19.11.09
Plaza Moreno
127 aniversario de la ciudad de la plata

http://picasaweb.google.es/danielacamezzana/19DeNoviembre2009#


lunes, 7 de diciembre de 2009

CIELO ABIERTO, PARQUE CERRADO


CIELO ABIERTO, PARQUE CERRADO

Danza en el Parque Saavedra

Martes 8 de diciembre de 2009

17hs puntual.

Inicio del recorrido 12 y 68

La propuesta de esta jornada es habitar un espacio históricamente vedado en el imaginario de la ciudad, delineando un recorrido a través de la danza. No existe un escenario único, sino que la geografía del Parque Cerrado se convierte en escenarios de los cuerpos en movimiento, un lugar en común entre 9 grupos de danza con diferentes estrategias para desplegarse en el lugar.

El punto de encuentro para iniciar el recorrido es en la esquina de 12 y 68 a las 17hs. De ahí en más se sucederán las distintas propuestas en distintos puntos del parque hasta finalizar el recorrido en 12 e/ 67 y 68.


PROGRAMA DE LA JORNADA

Espacio 1) Puerta de entrada y molinete

"Danza a la Deriva"

Colectivo Espíritu Falcon.

Espacio 2) Potrero

VIOLENZA: ¿VUELVEN, NO?
DECIDIMOS ESTAR SIEMPRE DE IDA


Lucas Condro
Kathryn Trigg
Natalia Tencer

Espacio 3) Estatua sin cabeza (Zeus y Europa)

Mi cabeza se perdió, dejó de ser esa triste máquina y se convirtió en un lago.
Desde entonces no pienso: reflejo.

Dirección :Laura Valencia
Eray Arce, Luciana Lima, Lucía Savloff, Ana Arrostito, Agustina Canosa, Daniela Camezzana


Espacio 4) Zona de árboles(espacio a compartir por dos grupos)

Trailer

Aurelia Osorio y Gisel Gainsborg, María Aguirregomezcorta


Músico en vivo: Daniel Callejas Leiva


Cierta

Inés di Tada. Música: “Aria” A. Vivaldi /Voz: Verónica Ruscitti / Piano: Guillermo Saidón / Cello: Hugo Figueras / Foto-Grafica: Gustavo Gil

Espacio 5) Camino al costado de la fuente

Cartón Anfibio”
Grupo "Río de Nada"

Dir. Ana Messina

Intérpretes: Rebeca López, Homero Cóccaro, Eduardo Campo, Fernanda Tappatá y Ana Messina

Espacio 6) Reja

"De lo nuestro" (fragmento)
Dirección: Laura Cuchetti
Ballet Contemporáneo de la Escuela de Danzas Clásicas de La Plata

Espacio 7) Círculo de Árboles (espacio a compartir por dos grupos)

En el aire

Fernanda Alessandro y Juliana Alessandro

"Eco artificial"
Yamila Cruz Valla. Músico en vivo: Mauricio Aguirre



http://cieloabiertoparquecerrado.blogspot.com/