sábado, 14 de marzo de 2009

Popurri


Con un vestido de una abuela muerta hace unos cuantos años, ella cruza las calles sin mirar a cada lado. Camina apurada, con urgencia y sin garbo mientras la transpiración brota a borbotones de los poros encastrándole la piel. La tela del vestido que sobrevivió por varios cuerpos se pega a la curva de la cintura y cae como una cortina hasta la rodilla. Ella mira los pies controlando que de verás estén caminando. Está obsesionada con el tiempo que parece no pasar e instalarse en la ciudad como la humedad. Ellos están avanzando.
Llega a mitad de cuadra a mano derecha y atraviesa una obra en construcción que parece adelantar mucho más que ella. Esquiva un montículo de cemento seco en forma de volcán y mete su pie en la arena que se cuela entre los dedos por debajo de las uñas. La atención va de la cola a su pie que se agita por el aire. Se da cuenta que dejó la obra atrás cuando suena un silbido.
Vuelve a cruzar la calle sin mirar y cada vez queda menos. En su afán de colaborar con las piernas da brazadas que encuentran un poco de resistencia en las gotas de lluvia. A esta altura esta empapada y a menos de una cuadra y media. Se siente aliviada porque las gotas se dispersan en la capota que conforman las ramas de los palos borracho a su alrededor. Hay mucho olor, a todo. Baja la mirada en busca de respuestas, le cuesta divisar los pies untados con barro y flores rosas en descomposición. Agudiza más su mirada y ve justo el momento en que su pie izquierdo resbala arrastrando al cuerpo consigo. De repente siente el impacto y las gotas de lluvia entran en sus ojos.
Por la calle un ciclista ve la escena y salta a la vereda para socorrerla. Las bolsas de Coto en sus pies le restan presión en sus zancadas. Pero al fin llega y se zambulle sin pensarlo dentro del vestido que empieza a devorarla. Las manos desesperadas agarran pedazos de carne a tientas. Un rollo, un muslo, una teta, hasta que por fin da con los brazos y tironea hacia fuera. El vestido lo enrolla pero el toma la bombacha como referencia para no perderse. De pronto, un ruido seco y salen del vestido volando. La mujer cae con todo su peso en el cuerpo de él. Ella está inconciente pero el vestido yace muerto entre flores de palo borracho pisoteadas en el suelo.

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